Johannes Cuntius
(1583)
Este, y el caso del zapatero de Silesia, los conocemos gracias al médico y filósofo alemán Martin Weinrich. Se le conoce también por ser el autor de De ortu mostrorum (1595). Weinrich vivía en Breslaw, la actual Wroclaw, en Silesia, muy cerca del lugar donde se produjo este caso.
Weinrich se hizo con una copia de Strix Sive De Ludificatione Daemonum, obra de 1523 escrita por Giovanni Francesco Pico della Mirandola, sobrino del famoso qabalista y hermetista italiano, Giovanni Pico della Mirandola. Era una obra donde, en forma de diálogos, se hablaba de brujería y demonología. Weinrich escribió un prefacio a dicha obra en la que relató los sucesos del zapatero y de Cuntius Pero no llegó a publicarlo.
Fue tres años después de su muerte cuando su hermano, Karl Weinrich, editó en 1612 la obra de Pico della Mirandola, incluyendo el prefacio de su hermano. El resultado fue la publicación de Joh. Francisci Pici Mirandulae Domini Concordiaeque Comitis Strix Sive De Ludificatione Daemonum Dialogi Tres: Nunc primum in Germania eruti ex bibliotheca M. Martini Weinrichii. Cum eiusdem Praefatione luculenta, continente narrationem duorum operum magicorum & iudicii de iis lati, ut verissimam, ita cognitione dignissimam, itemque Epistola Ad Cl. Medicum Et Philosophum D. Andream Libavium, de quaestione, Utrum in non maritatis & castis mola possit gigni? Argentorati. El original digitalizado, puede consultarse aquí.
El filósofo inglés Henry More consultó esta obra y recogió el caso de Cuntius en el capítulo IX del Libro III de su An antidote against atheism, publicado en 1653, una obra que tuvo mucha difusión y dio a conocer el caso en su país. Montague Summers cita a Henry More como la fuente del caso, que lo añadió en 1929 a su The Vampire in Europe, caso del que también se hizo eco el alemán Johann Georg Theodor Grässe (1814-1885) en su Sagenbuch des preußischen Staats (1868). El texto original en inglés de An antidote against atheism puede leerse pulsando aquí, y el texto digitalizado, aquí.Los hechos habrían tenido lugar en 1583, también en Silesia, en la ciudad de Pentsch, que es el nombre alemán de la acutal Pecz (Pęcz), en Polonia, una pequeña aldea situada a la latitud 50° 47'N y longitud 17° 3'E, próxima a la villa de Strzelin. En el año 2005 apenas contaba con 71 habitantes.
Lo que a continuación exponemos es la descripción de los hechos tal y como la narra Moore. Es casi una traducción del mismo. Se conocen los hechos por el testimonio de un teólogo, un pastor protestante de aquella ciudad. Allí vivía un concejal de la ciudad con fama de tener una conducta intachable llamado Johannes Cuntius (Cuntze en su lengua original). Cuando tenía 60 años fue enviado a casa del alcalde para intervenir en un litigio entre algunos carreteros y un mercader de Panonia. Gracias a su intervención los litigantes llegaron a un acuerdo, razón por la cual recibió una invitación del alcalde para ir a comer a su casa. Antes, dijo, tenía que ir a la suya propia para arreglar ciertas tareas. Se le oyó decir entonces: "Es bueno estar contento mientras se pueda, porque las desgracias crecen día a día". En su domicilio Johannes tenía cinco buenos caballos. Ordenó que le trajeran uno del establo; pero al ver que faltaba una herradura levantaron la pata del animal. El caballo se encabritó lanzándoles una tremenda coz que les derribó al suelo. Johannes fue levantado del suelo y cuando pudo hablar exclamó «Desgraciado de mí, estoy ardiendo».
Desalojaron la estancia, y cuando las mujeres se fueron le examinaron cuidadosamente, pero no encontraron heridas. Sin embargo enfermó y empezó a delirar diciendo que sus pecados eran tantos que no había perdón para él, y que sólo sus pecados menores ya eran más grandes que los del resto del mundo. Con todo, se negaba a confesar ni a que llamaran a sacerdote alguno. Y así empezaron a correr los rumores acerca de que tiempo atrás vendió a uno de sus hijos, aunque no se supiera cuando y a quien, e incluso se oyó hablar de pactos con el diablo y otras cosas similares. Pronto se empezó a comentar lo rápidamente que había hecho fortuna.
La noche en que murió estaba presente su hijo mayor. Antes del desenlace fatal un gato negro abrió la ventana con las uñas y penetró en la estancia lanzándose sobre el rostro del moribundo, y arañándolo con tal violencia que parecía querer tirarlo de la cama. De repente el gato desapareció y el hombre murió desatándose al instante una tormenta. Era la hora tercera de la noche. El incidente fue ocultado convenientemente, y, gracias a cuantiosas sumas de dinero, Johannes fue enterrado a la derecha del altar. El temporal de viento y nieve que se inició con su muerte se hizo especialmente violento durante el funeral y se calmó en el momento en el que fue enterrado.
No llevaba muerto un día o dos cuando empezaron a correr rumores en el pueblo sobre un íncubo o efialtes, que, con la apariencia de Cuntius, había violado a una mujer. Esto ocurrió antes de que lo enterraran. Tras el entierro el muerto se apareció a un vecino que dormía diciéndole con la voz que tenía en vida: «Apenas puedo retenerme de golpearte hasta que mueras». Era la voz de Cuntius. También los vigilantes de la ciudad afirmaban que cada noche se oía gran estruendo en casa de Johannes, como si se lanzaran objetos contra las paredes. Las puertas de la casa aparecían abiertas de par en par cada mañana. Los caballos se agitaban en los establos como si se mordiesen entre ellos, y los perros de toda la villa se ponían a ladrar al unísono de modo inexplicable.
En cierta casa de la villa una criada y algunos que dormían escucharon un ruido que parecía producir un extraño como lanzándose contra las paredes. Los golpes hacían temblar los cimientos. Al mismo tiempo entraban chispas por las ventanas. Al día siguiente se dio cuenta de tales fenómenos al señor de la casa, el cual tras investigar por la casa se quedó muy preocupado cuando halló ciertas huellas en la nieve que no se pudieron reconocer como de caballos, vacas, cerdos o de animal alguno que él conociera.
Rotunda de Saint Gotard en Strzelin. Créditos: By No machine-readable author provided. Prometheus1~commonswiki assumed (based on copyright claims). - No machine-readable source provided. Own work assumed (based on copyright claims)., CC BY-SA 3.0, Link
En una ocasión el espectro se apareció a las once de la noche ante uno de sus amigos, concretamente el padrino de su hijo James. Y lo hizo para hablar con él, según relató dos días después de los hechos dicho amigo al pastor de la parroquia a la que pertenecía. Según su testimonio Johannes le había dicho lo siguiente: «En un cofre que dejé en casa de mi primogénito Steven, que vive en Jegerdorf [nombre alemán de la actual Krnov en la república checa], hay cuatrocientos quince florines. Y así te digo que a tu ahijado no se le ha de privar de un sólo florín y que es tu obligación procurar que eso no suceda; y si actúas de modo negligente la responsabilidad será tuya». Acabado el discurso el aparecido subió a las habitaciones de arriba haciendo retumbar la casa y dejando por allí sus extrañas huellas.
En varias ocasiones en las que el espectro visitó su propia casa habló con una criada que dormía en la cama junto a la viuda, diciéndole que le dejara sitio porque estaba en su derecho. Si se negaba la sacudía la cabeza por detrás. Acostumbraba el vampiro también a correr por el patio de la casa, las calles, y los campos, valles y montañas, con tal furia que levantaba chispas.
En fin, la lista de sus desmanes era enorme. Las magulladuras que provocaba en el hijo de cierto herrero le dejaban los huesos tan blandos que se le podía doblar como si fuera un guante. En cierta posada mantuvo en vilo a un judío alojado allí yendo arriba y abajo por toda la casa. En otra ocasión se apareció en el establo a un carretero conocido suyo escupiendo fuego y mordiéndole el pie de tal modo que le dejó cojo.
El pastor que narraba estos hechos afirmaba que él mismo recibió la visita del vampiro. El diabólico cadáver le atacaba mientras dormía. En una ocasión se levantó agotado, y mientras pensaba en ello apareció el no muerto y se abalanzó sobre él sacudiéndolo ferozmente sobre la cama. Otra vez su mujer lo vio, con forma de enano, saltar desde la ventana, abalanzándose sobre ella cuando estaba en la cama, y retorciéndole la cabeza de tal modo que creyó que se la iba a arrancar. Afortunadamente sus dos hijas acudieron a socorrerla al oír sus gritos. Apretó los labios de uno de los hijos del teólogo tanto que a duras penas podía separarlos.
Tales eran los tumultos que el vampiro hacía en aquella casa que los criados dormían juntos sobre alfombras vigilando para no ser sorprendidos por el espectro. Sin embargo, en una ocasión, una criada valiente se empeñó en dormir sola en su cuarto. El inquieto vampiro empezó a tirar de las sábanas, y la hubiera arrastrado a ella misma si no hubiera intervenido la familia. Al verse sorprendido se mantuvo un momento detrás de una vela y luego desapareció.
En otra ocasión entró en la habitación del dueño; haciendo ruidos, como masticando grano, dando palmadas, y gruñendo en alto. Cuando le hablaban no podían ahuyentarlo, pero se desvanecía siempre que se encendía una vela.
Una tarde, cuando el pastor tocaba música con su esposa e hijos, como era su costumbre, notaron una fetidez espantosa que se extendió por toda la estancia. El pastor y su familia se pusieron a rezar pero el olor creció tanto y se hizo tan insoportable que tuvieron que subir a sus habitaciones. Se metieron en la cama, pero no pasó ni cuarto de hora cuando comenzaron a notar aquel hedor horrible y un aliento gélido dentro del cuarto. Mientras se quejaban de aquel olor, el espectro salió de la pared y se arrastró hasta la cama, respirando sobre el pastor su aliento frio, hediondo, tan maligno e intolerable que estaba más allá de toda imaginación y no podía expresarse con palabras.
A raíz de aquello el buen pastor enfermó y tuvo que guardar cama durante días. Sus piernas, su cara y su estómago se hincharon sobremanera experimentando también dificultad para respirar; padeció también una gran inflamación en los ojos que le impidió ver durante mucho tiempo.
Dice Moore que si relatara todo lo que ha omitido sobrepasaría a lo que ya ha contado: Por ejemplo, el caballo castrado de Cuntius experimentaba sudores y temblores de los que no se libraba ninguna noche. La llama de las velas se volvía azul cuando el vampiro se acercaba a ellas. Se bebía la leche de los tazones, la convertía en sangre, o arrojaba estiércol en ella. Arrancaba palos que hubieran necesitado la fuerza de dos hombres para hacer lo mismo. Más de una vez se apareció a algunos para discutir con ellos asuntos referentes a los carreteros como había hecho en vida. Estrangulaba ancianos. Tiraba de las cunas de los niños y a veces los sacaba de ellas. Continuamente intentaba violar a mujeres. Profanaba el agua de la pila bautismal, y ensuciaba el paño del altar por la parte que daba a su tumba con todo tipo de manchas y sangre. Cazaba perros por las calles golpeando su cabeza contra el suelo. Chupaba la leche de las vacas hasta dejarlas secas, y ataba sus colas como se hace con los caballos. En los corrales ahorcaba a las cabras y devoraba a las aves que allí encontraba. En una ocasión ató a un caballo a un pesebre para que tirara y lo moviera con él, y ató la pata de otro a un poste. Se asomaba por la ventana de una torre baja y luego se convertía en un largo bastón. Regañó a una comadrona por permitir que su criada fregara los platos en jueves, y llegó a tocarla con la mano, una mano fría como el hielo, según afirmó la mujer. Otra mujer que iba a lavar fue apedreada por el no muerto con tal furia que los proyectiles dejaron marcas en la pared. A otra trató de seducirla, pero la mujer trató de zafarse de su macabro abrazo diciéndole: «Cuntius mio, ¿no ves que soy vieja y estoy llena de arrugas y deforme? Ya no sirvo para este tipo de diversiones.» Tras soltar una carcajada el vampiro desapareció.
Moore, según dice a continuación, no quiere insistir en más fenómenos de este tipo. Pero añade que se advirtió que la lápida de su tumba, en la iglesia, se había movido a un lado, y que habían aparecido unos sospechosos agujeros en torno a la tumba que, pese a que se rellenaban de tierra cada noche, volvían a surgir a la mañana siguiente.
Según Moore, sería tedioso enumerar todas estas cosas en general y referir todos los detalles de la historia. Concluye diciendo que eran tales las calamidades debidas a lo que él denomina «furia inquieta», que no había nadie que no tuviera lástima de los afectados, o se alejara de ellos, hasta el punto de que nadie se alojaba en su pueblo, y el comercio había decaaido tanto que los ciudadanos empobecieron a causa de los continuos alborotos y tumultos que provocan este fantasma inquieto.
Por fin, como no conocían remedio mejor, se decidieron a exhumar el cadáver y el de otros que habían muerto poco antes y poco después que él. Todos estaban podridos e irreconocibles, con sus calaveras rotas, salvo uno, el de Johannes Cuntius, que permanecía incorrupto, con la piel fina y sonrosada. Las articulaciones conservaban su flexibilidad. Al ponérsele un bastón entre las manos sus dedos se cerraron con rapidez en torno a él. Sus ojos aparecían a veces cerrados, a veces abiertos. Le abrieron una vena de la pierna y la sangre brotó tan fresca como la de los vivos. Su nariz estaba completa. Cuntius fue enterrado el 8 de febrero, y lo desenterraron el 20 de julio. Había transcurrido casi medio año.
Sin precipitarse, constituyeron un jurado. Se pronunció la sentencia delante del cuerpo de Cuntius, la cual, animados por el éxito que tuvo algunos años antes en un proceso anterior en otro pueblo de Silesia (probablemente, dice More, sería Breslaw, donde fue quemado el cuerpo del zapatero), se resolvió que su cadáver debía ser quemado.
Wroclaw. Créditos: By Andrew Milligan sumo - North View from Promenada Staromiejska, Wrocław, CC BY 2.0, Link
Los albañiles sacaron el cuerpo del ataúd practicando un agujero en una pared de la iglesia, porque el cadáver pesaba tanto que las cuerdas se rompían al tratar de izarlo. Por fin fue puesto en un carro tirado por un caballo fuerte al que había golpeado, que no obstante se las vio y se las deseó para arrastrar su pesada carga, pese a que podía galopar con dos hombres subidos en el carro
Al ponerlo a la hoguera el cuerpo era tan reacio a quemarse como a lo fue a ser extraído de su tumba, de modo que el verdugo tuvo que hacer uso de garfios para poder sacarlo del ataúd y trocearlo para poder quemarlo. Su sangre era tan fluida que mientras lo cortaba en pedazos salpicaba su cara. Hasta doscientos dieciséis troncos grandes hicieron falta para reducir el cuerpo a cenizas, las cuales fueron cuidadosamente y esparcidas en el río, como en el caso del zapatero. Aquello acabó por fin con las molestas apariciones de Johannes Cuntius poniendo fin a una pesadilla que mantuvo en vilo a la población durante meses.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
El caso de Cuntius resulta muy interesante porque muestra algunas características típicas de la creencia en vampiros:
- La creencia en que los hechiceros son marcados por el diablo, y que al morir se convierten en vampiros. El suicidio incrementa aún más esa posibilidad.
- El animal que salta sobre el cadáver y lo convierte en vampiro. Curiosamente en este caso el animal se abalanza sobre él cuando aún está vivo, infligiéndole heridas mortales. Probablemente se diría también en el pueblo que era la forma que había tomado el diablo para llevarse su alma.
- La asociación del vampirismo con fenómenos meteorológicos; en este caso, una tormenta y chispas.
- Alrededor de la tumba aparecen las llamadas "chimeneas", pequeños orificios del grosor de un dedo en torno a la tumba por los que el espectro sale para realizar sus correrías.
- Intensa agresividad y sexualidad exacerbada propia de un súcubo (o un efialtes). Como un vampiro típico visita a su viuda pretendiendo yacer con ella y viola a las mujeres. Su manía de molestar al ganado enredando sus crines y atándolos recuerda mucho a otros personajes del folclore germano y eslavo, las mare, las pesadillas nocturnas.
- Se mueve a gran velocidad "echando chispas" y manifiesta una fuerza sobrehumana.
- Trae enfermedades y ahoga o consume a sus víctimas.
- El caso del cadáver del hijo del tal Smith cuyos huesos fueron reblandecidos por el vampiro recuerda las historias acerca de dampiros, hijos póstumos de los vampiros que en lugar de huesos tienen cartílagos.
© 2008 (revisado en 2021). Del texto y traducciones, Javier Arries