Tierra de Vampiros
Drácula mediático y necromántico
Autor: John Marks
Editorial: Roca
Fecha de edición: 2008
ISBN: 978-84-96940-30-7
Dimensiones: 19 x 13 cm.
Páginas: 509
PVP: 9,95 €.
Tipo: Novela
Formato: Rústica, Bolsillo
La Obra
Así reza la sinopsis de esta excelente obra del escritor y periodista John Marks:
Evangeline Harker, una joven pero experta productora de uno de los programas más vistos y respetados de la televisión norteamericana, La hora, es enviada por su jefe a Rumanía para investigar la figura del legendario criminal Ion Torgu. Evangeline consigue entrevistarse con Torgu y a partir de este momento, desaparece de la faz de la tierra. En las oficinas de La hora en Nueva York, se empiezan a dar sucesos muy extraños: un compañero ha muerto súbitamente y dos más se han suicidado. Encima, parece imposible editar nada en las salas de vídeo, porque todas las cintas parecen infectadas por un extraño ruido que se filtra en las grabaciones...
Marks consigue en esta obra recrear una versión contemporánea del Drácula de Stoker. Pero no se trata de una mera imitación del argumento, sino de una excelente y muy personal recreación del mismo llena de guiños valientes a la más famosa novela de vampiros; valiente porque Marks juega con el riesgo de ser tildado de imitador. Y sin embargo el resultado es una obra original y con un impecable diseño que desvela los entresijos, las glorias y las miserias de una profesión que el escritor norteamericano, por ser la suya, conoce bien. Y es que el autor, periodista del popular programa de televisión 60 minutos, nos sumerge desde la primera página en el engranaje técnico, empresarial y humano de un típico programa televisivo que en la novela recibe el nombre de La Hora, en clara alusión al programa en el que él mismo trabaja desde el año 2000.
Una original recreación de un clásico
El apellido de la protagonista, Evangeline Harker, nos recuerda inmediatamente al de Jonathan Harker, personaje que conocerán bien los lectores del Drácula de Stoker. El papel de Harker, abogado que trabaja para una firma inmobiliaria londinense y que viaja hasta Transilvania para concertar un negocio con el inquietante conde es asumido en esta obra por Evangeline Harker, productora de La Hora, cuya directiva está interesada en llegar a un acuerdo con un misterioso capo de la mafia rumana para obtener de él una entrevista.
Como Johnatan Harker, Evangeline parte hacia Transilvania para empezar las negociaciones. En Drácula el joven abogado inglés está comprometido con Mina Murray. En Tierra de Vampiros la periodista norteamericana se acaba de comprometer con Rober, un personaje que sin embargo no tiene el tremendo peso que la figura de Mina adquiere en la novela de Stoker. Y los paralelismos se van sucediendo conforme avanzamos a lo largo de las páginas. Transilvania es una tierra que el autor probablemente conoce gracias a la labor que durante su estancia en Europa realizó como corresponsal para los Balcanes y de la Europa del Este. La descripción de este viaje nos sumerge, como lo hiciera Stoker, en un país rodeado de un halo de misterio atávico; pero en lugar de hacerlo utilizando la abigarrada y profunda naturaleza de sus bosques y montañas como hiciera el irlandés, Marks nos recrea la atmósfera de misterio que para la Europa capitalista ha rodeado desde la Guerra Fría a los países del otro lado del ya caído telón de acero. Las construcciones y el pasado reciente de la dictadura comunista son las encargadas de generar la atmósfera opresiva en la que lentamente se va introduciendo Evangeline en su viaje a lo que es la nueva versión del castillo del vampiro, un impresionante complejo hotelero abandonado, diseñado y construido para mayor gloria del dictador Ceausescu.
Allí conoce la productora la verdadera naturaleza de su entrevistado, Ion Torgu, quien emulando a Drácula cuando le desvela a Johnatan Harker sus orígenes milenarios, ya había revelado a la productora su oscuro pedigrí: "llevo la sangre de la gente que emigró de Asia Central a través del Cáucaso hasta Europa. Soy escita y kazaco, oseto y georgiano, moldavo y mongol." Como Johnatan Harker, encerrado en su habitación, Evangeline es encerrada en una planta del monstruoso hotel en cuyas habitaciones inferiores rondan los siniestros hermanos Vourkulaki, llegados allí desde la isla griega de Santorini donde nacieron, versión masculina de las vampiras esclavas del noble rumano que vagaban de noche por la fortaleza. La advertencia de Torgu no puede ser más clara: "Esto es lo que le voy a decir de los hermanos Vourkulaki: si ve a un hombre guapo y joven de pelo oscuro que se dirige hacia usted por algún pasillo de este edificio, debe alejarse de él. Evite su compañía..."
Aquí es preciso hacer un alto para entender a la perfección el papel de estos misteriosos personajes. Y es que vourkulaki, o brucolacos, es una palabra que en las islas griegas designa aún hoy a los vampiros. La elección de la isla de Santorini como cuna de los hermanos tampoco es casual. En 1967 el jesuita francés Fran?ois Richard publicaba una obra donde relataba los casos de retornados que había conocido durante su estancia en Santorini, y que pueden consultarse aqu?. De esta obra procede lo que sabemos, por ejemplo, acerca de uno de los casos más famosos de la vampirología, el del zapatero de Pyrgos.
Evangeline consigue escapar del funesto hotel y encuentra refugio en una comunidad de religiosas. Nuevamente es inevitable recordar como Johnatan Harker consigue huir del castillo de Drácula y recuperarse tras una breve estancia en un convento de monjas que se ocupan de su maltrecha salud. Mientras, al igual que el siniestro conde transilvano, Torgu no permanece inactivo. Del mismo modo que Drácula consigue engañar a los compañeros y familiares de Johnatan Harker obligándole a escribir una serie de cartas, Torgu se ha hecho con las direcciones y contraseñas del correo de su huésped norteamericana. El vampiro mueve sus hilos. En la obra de Stoker Drácula planea establecerse en Inglaterra, y necesita de sus ataúdes, llenos con tierra de su patria, para poder extender su mal desde el inmueble que negociara con la firma a la que representa el desdichado Harker. Torgu tiene también un plan siniestro para extender su propio mal; y para poderlo llevar a cabo necesita ciertas reliquias de su macabro museo, piezas asociadas al dolor, a las masacres que la raza humana ha perpetrado contra si misma. El tétrico arsenal viaja en cajones; pero su destino no es otro que el país más poderoso de la Tierra, los Estados Unidos. El vampiro va a alojarse en el corazón mismo del edificio donde trabaja el equipo de La Hora.
Mensajero de los muertos
Desde ese mismo momento comienza una serie de extrañas muertes en el personal del programa; una extraña enfermedad se extiende por el edificio. El poder fascinador, mesmérico del vampiro, se ejerce ahora a través de una tétrica letanía de los lugares donde han tenido lugar masacres y matanzas desde los comienzos de la historia. A través de unas cintas de vídeo aparentemente inocentes y como si de un virus inforático se tratara todo el sistema digital queda infectado. Torgu cuenta además con su propio criado para todo, semejante al Renfield de Drácula, que como éste se mueve entre los celos y el temor a su señor.
Las similitudes entre la obra de Bram Stoker y la novela de John Marker se acentúan aún más gracias a la recreación que el autor hace del característico estilo epistolar con el que fue escrito Drácula. Cartas y diarios dejan paso a correos electrónicos. Sin embargo, Marks dota a su vampiro de características propias. No es una criatura de facciones nobles; sino un ser devorado por la nada, una aberración con forma humana que se mueve hasta sus víctimas con un horrísono cubo metálico en cuyo interior traquetea un enorme cuchillo cuyo mango sobresale agitándose como la brutal herramienta de un carnicero.
Torgu bebe no tanto para él como para los millares de muertos sacrificados en mil y un holocaustos y masacres que acuden al olor de la sangre. Torgu es su intermediario, un médium espantoso, un sacerdote que ofrece un cruento y triste sacrificio a un ejército de almas hambrientas, deseosas de gritar su oscura y dolorosa verdad a los vivos. La figura de este vampiro entronca pues con la de las larvas y los lemures de la Antigüedad Clásica, sombras de los difuntos, tristes remedos de lo que fueron en vida, y a las que se convoca mediante el derramamiento de sangre. Es inevitable pensar en Ulises consultando a las sombras del Hades que acuden en tropel como una sedienta turba atraída por la vitalidad que desprende la sangre caliente: "Luego que hube suplicado al linaje de los difuntos con promesas y súplicas, yugulé los ganados que había llevado junto a la fosa y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror."
Si a muchos va a sorprender esta naturaleza de medium y nigromante del vampiro Torgu, no menos impactante les parecerá el método que utiliza Evangeline Harker para despojarle de su fuerza. La protagonista deduce, por las palabras del vampiro, que éste sufre un mal, algún tipo de disfunción sexual. En realidad, afirma el propio Torgu, él no sufre ninguna enfermedad, "excepto la vida misma". ¡Colosal enfermedad! Y efectivamente; el vampiro que nos presenta Marks es puro Tánatos, pura muerte, una muerte tan extrema que no admite otra realidad que su propia nada devoradora; es la ausencia de toda vida. Frente a este Tánatos radical se encuentra el Eros; la dinámica de la vida que por un lado es su alimento, y por otro es su veneno. Consciente de ello, Evangeline usa su propia sexualidad, vital y generadora, como un arma letal capaz de doblegar y robarle el aliento a la propia muerte, aunque quede ella misma infectada en el proceso.
John Marks
John Marks, que reside actualmente en Massachusetts, comenzó su carrera de periodista en 1987 en la sección de religión y salud del diario Plano Star Courier de la localidad de Plano en el estado de Texas. Conoció a su esposa, la escritora Debra Immergut, en un taller para escritores de Iowa. Más tarde se encargó de las secciones de negocios y educación del Press Citizen de Iowa, tras lo cual trabajó en las oficinas del New York Times en Washington DC. En 1990 John, acompañado de su espsa Debra, se instala en Berlín como corresponsal de la revista US News & World Report. Desde allí se dedica a informar acerca de las noticias relacionadas con Alemania, Europa del Este y los Balcanes.
Cinco años después regresa a los Estados Unidos, ocupándose de las secciones de política, cultura popular y asuntos sociales. En el año 2000 comienza su labor para el programa 60 Minutos de la CBS News, recibiendo el premio Gracie de la asociación American Women in Radio and Television por su reportaje sobre el asesinado de Theo Van Gogh.
Su carrera de novelista se inauguró en 1998 con la publicación de The Wall, a la que siguió War Torn en el año 2003. Tierra de Vampiros es su tercera novela.