Catalina, la india de Perú
(entre 1542 y 1599)
En la páginas 86 a 88 de la edición de 1751 de su Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques, expone Dom Calmet el caso de una revenant de Perú, una india llamada Catalina.
Traducimos del original francés:
«El ejemplo del que vamos a informar llega de Perú, del país de los ititanos [ititans, en el original]. Una niña llamada Catalina [Catherine, en el original] murió a la edad de dieciseis años, de muerte desgraciada, y siendo culpable de numerosos sacrilegios. Su cuerpo estaba tan infectado tras su deceso, que hubo que ponerlo fuera, al aire libre, por el mal olor que despedía. Al mismo tiempo se escuchaban autllidos de perros; y un caballo, que antes estaba muy tranquilo, empezó a cocear, a agitarse, a golpear el suelo con los cascos, a romper sus ataduras. Un joven que estaba acostado, fue agarrado del brazo y arrojado de la cama violentamente; una sirvienta recibió una patada sobre la espalda, que le quedó marcada durante muchos días. Todo eso pasó antes de que el cuerpo de Catalina fuera inhumado. Algún tiempo después numerosos habitantes del lugar vieron una gran cantidad de tejas y ladrillos volcándose con gran estrépito en la casa en que había muerto. La sirvienta de la casa fue arrastrada por un pie, sin que la tocara nadie, y y todo esto ocurríó en presencia de su ama, y de otras diez o doce mujeres.
La misma sirvienta al entrar en una habitación para recoger algunos vestidos, vio aparecer a Catalina elevándose para agarrar un jarrón. La muchacha se puso a salvo; pero el espectro tomó la vasija, lo estampó contra la pared, y lo rompió en mil pedazos. El ama acudió al oir el ruido, y vio como se estrellaba con violencia contra la pared de ladrillo. Al día siguiente una imagen de un crucifijo clavado a la pared fue arrancado de cuajo y se rompió en tres pedazos en presencia de todo el mundo.»
Calmet no cita las fuentes de este caso; pero hemos averiguado que existe una referencia al mismo en la obra del padre Martín del Río (1551 - 1608), jesuita autor de Disquisitionum magicarum libri sex : quibus continetur accurata curiosarum artium, et vanarum, publicado en 1599. Se trata de un auténtico manual para la detección y caza de brujas al más puro estilo del Malleus Maleficarum. El relato y la fuente aparecen también en la obra Camino recto y seguro para llegar al cielo, un devocionario publicado en catalán en 1845, y traducido al castellano un año después, escrito por el prelado Antonio María Claret, que fue canonizado en 1950. El párrafo en el que se menciona el caso es el siguiente:
«Ejemplo de una doncella que murió también impenitente y desesperada. Cuenta el P. Martín del Rio, que en la provincia del Perú había una joven india llamada Catalina, la cual servía a una buena señora, que la redujo á ser bautizada y á frecuentar los Sacramentos. Confesábase a menudo, pero callaba pecados. Llegando al trance de su muerte se confesó nueve veces, pero siempre sacrílegamente, y acabadas las confesiones decía a sus compañeras que ella callaba los pecados. Estas lo dijeron a la señora, la cual sabía ya por su misma criada moribunda que estos pecados suyos eran algunas impurezas. Avisó, pues, al confesor, el cual volvió para exhortar á la enferma á que se confesase del todo; pero Catalina se obstinó en no querer decir aquellas sus culpas al confesor, y llegó a tal grado de desesperación, que dijo por último: Padre, dejadme, no os canseis mas, porque perdeis el tiempo. Y volviendose de espaldas al confesor se puso a cantar canciones profanas. Y estando para expirar, y exhortándola sus compañeras a que tomase el Crucifijo, respondió: ¡Qué Crucifijo, ni Crucifijo! No le conozco ni le quiero conocer. Y así murió. Desde aquella noche empezaron a sentirse tales ruidos y fetidez, que la señora se vio obligada a mudar de casa; y después se apareció ya condenada a una compañera suya, diciendo que estaba en el infierno por sus malas confesiones.»
Hay ciertas diferencias entre esta narración y la de Calmet. El texto de Claret tiene una clara intención moralizante, y pretende servir como ejemplo y advertencia para aquellos que mueren sin haber confesado. El peso del relato no recae en los fenómenos post-mortem, sino en el testimonio de la india que se aparece para lamentarse y decir que está en el infierno sufriendo por sus pecados. Es el típico caso de la aparición de un alma en pena. En el texto de Calmet, sin embargo, el espectro se muestra rebelde, iracundo y violento, además de presentarse corporalmente y hacer daño físico a los habitantes de la casa, más al estilo de lo que se espera de un revenant.
Con todo, es este un relato que no encaja totalmente en el del vampiro clásico. No hay víctimas mortales, ni siquiera indicios de que nadie haya caído enfermo por su acción. Además no está demasiado bien documentado y resulta muy vago. No obstante lo incluimos por la curiosidad de haber acontecido supuestamente en Perú, donde, años más tarde, tendría lugar el interesante caso de Sarah Ellen. Los hechos habrían acaecido en algún año entre 1542, fecha de la creación del virreinato de Perú, y 1599, fecha de la publicación de la obra de Martín del Río, que sería el primero en mencionarlo.
© 2008. Del texto y traducciones, Javier Arries