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Ajos y Vampiros

Un estudio sobre el vegetal antivampiros por excelencia.

DESDE LAS ESTEPAS

ajos

El allium sativum según su nombre botánico, el ajo para los amigos, proviene de Asia Central, del Turkestán, y su cultivo se registra desde muy antiguo. Hace 4000 años llegó al Próximo Oriente, y desde allí pasó a Egipto. Siguiendo las rutas comerciales se difundió también, desde Asia Menor, por la India y Europa. Su nombre latino, del que deriva nuestro "ajo" parece proceder de la voz celta all, picante, ardiente. Veamos un poco de historia para poder entender el papel de esta planta de la familia de la cebolla en el mito del vampiro.

Desde al menos el 2600 a.C los egipcios los consumieron en gran cantidad, como atestigua el hecho de encontrársele en abundancia en los enterramientos faraónicos, incluido el de Tutankamon. Los egipcios lo usaban no sólo para condimentar, sino también por sus propiedades medicinales contra las epidemias y las infecciones bucales entre otras. Los dentistas egipcios aplicaban dientes de ajo macerados a sus pacientes cuando perdían alguna pieza dental. ¿Proviene de ahí, quizá, la expresión "diente de ajo"? Sea como fuere, el famoso papiro mágico de Ebers contiene una gran cantidad de recetas en las que interviene el ajo contra una larga lista de dolencias. Un remedio contra la histeria egipcio, por poner uso sólo de tales panaceas, consistía en un bebedizo hecho a base de fermentar ajo, alcanfor y valeriana en vino.

Los griegos lo llamaban rosa fétida y lo usaron también como calmante y anestésico para las operaciones quirúrgicas. Mezclaban para ello su jugo con vino y el látex lleno de opio de las cápsulas de adormidera. Entre otros, el famoso médico griego Hipócrates alabó sus muchas virtudes medicinales y Aristóteles lo recomendaba contra la hidrofobia. En la Odisea se dice que Hermes recomendó ajo a Ulises para evitar el hechizo de la maga Circe que convirtió en cerdos a sus hombres. Y sin embargo aquellos que habían comido ajos recientementetenían prohibido el paso a los templos de la diosa Cibeles, tanto en Grecia como en Roma.

papiro de Ebers

Papiro de Ebers

El ajo es también un conocido vermífugo. Mata a las pequeñas "lombrices" intestinales, los oxiuros. En muchos lugares se emplea para repeler los mosquitos, que dicho sea de paso son importantes transmisores de enfermedades. Y ésto, como veremos, no deja de tener su importancia a la hora de entender como se ha desarrollado la creencia de que el ajo repele a los vampiros, portadores ellos mismos de enfermedades y epidemias según la creencia general.

Y no sólo repele a los insectos. Una variante de ajo es llamada en griego ophioscorodon, según algunos haciendo referencia a la forma de serpiente que toma el tallo cuando se retuerce, o porque aleja a las serpientes según otros, como apunta Plinio. Todavía hoy los pastores de los Cárpatos se frotan con ajo las manos antes de ordeñar por primera vez sus ovejas para que no sean mordidas por las serpientes. Tampoco resulta desatinado señalar que serpientes e insectos suelen ser representaciones y encarnaciones de espíritus malignos; de modo que en el pensamiento mágico popular repeler a unos equivale repler a otros.

Por otra parte las propiedades desinfectantes y bactericidas del ajo son conocidas desde la más remota antigüedad. Y no sólo entre los egipcios. En el Talmud hebreo, además de recomendarse como afrodisíaco, vigorizante y como anestésico contra los dolores dentales, se le considera remedio contra la peste. Los médicos griegos lo mezclaban con vino para tratar las infecciones. En la Edad Media se creía que el ajo era eficaz contra las epidemias, especialmente de peste; y no en vano en la Primera Guerra Mundial se usaba como antiséptico para las heridas cuando no se disponía de otras medicinas.

Se recomendaba también contra las enfermedades infecciosas de las vías respiratorias, la tos ferina y otras toses rebeldes; y también era indicado para "rebajar la sangre"; es decir, como hipotensor, para bajar la tensión sanguínea, reducir el colesterol, y cuidar el sistema circulatorio en general.

LA MAGIA DEL AJO

Es una creencia antigua y universal que las enfermedades, especialmente las infecciosas y las epidémicas, son causadas por demonios y espíritus adversos. En última instancia entonces, se pensaba que el ajo ahuyentaba a la entidad maligna que traía consigo la enfermedad. Tanto es así que incluso se ha empleado contra la posesión demoníaca, a menudo obligando al poseso a portar collares fabricados con ristras de ajos.

recogida del ajo

Recogida del ajo. Tacuina sanitatis, obra del siglo XIV.

En Magia Ceremonial el ajo se asocia al planeta Marte, dios de la guerra, y al elemento fuego, seguramente, además de por las propiedades antes mencionadas, por su fuerte sabor y olor. En la creencia de que les daría resistencia, fuerza y vigor, propiedades vinculadas al dios Marte, los gladiadores y los soldados lo tomaban antes de entrar en combate. Los legionarios romanos bebían para ello una poción a base de ajo picado, cebada y granada fermentados en vino. Tal era su importancia en la dieta del ejército que se convitió en símbolo de la vida castrense y militar.

Asimismo se daba de comer a los esclavos para hacerlos más fuertes y resistentes al trabajo. Heródoto, el historiador y geógrafo griego del siglo V a.C, registra esta costumbre entre los esclavos y trabajadores del país de los faraones. Los arquitectos egipcios, por ejemplo, se lo daban a los cautivos hebreos que trabajaban en la construcción de pirámides para alejar a las enfermedades, como el tifus o el cólera, que podían medrar entre ellos debido al hacinamiento y el poeta romano romano Virgilio cuenta que lo utilizaban los segadores para tomar fuerzas. Incluso los atletas olímpicos lo tomaban antes de competir; y todavía hoy en México, Filipinas y las Antillas se da ajo a los gallos de pelea.

Por la misma razón también se ha empleado (y se emplea aún) en todo tipo hechizos o rituales de protección contra entidades malignas. Se pone por ejemplo dientes de ajo bajo la almohada de los niños para proteger su sueño; o se colocan, pelados y en ristras, alrededor de la casa y sobre las puertas para ahuyentar malos espíritus y enfermedades, envidias y aojamientos. Por mencionar algunos casos concretos apuntemos que todavía en Canarias es costumbre poner ristras de ajos en la cocina para evitar toda suerte de males.

En la Gascuña francesa a los niños recién nacidos se les "bautiza" con ajo, restregándoselo por los labios para protegerles de enfermedades y pestilencias. Por cierto que también en Gascuña es costumbre aplastar un ajo en cada habitación de la casa cuando hay epidemias; y en algunos lugares se cuelgan collares de ajos alrededor del cuello de los enfermos. Todavía sin salirnos de Francia, en el Var, en la ciudad de Draguignan, se asaban dientes de ajos en las hoguerras callejeras que se encendían en la Noche de San Juan y luego se repartían entre los vecinos.

REPELENTE DE ESPÍRITUS Y MALES

Restos de festivales y tradiciones parecidas se encuentran a lo largo y ancho de Europa. Todavía sobreviven en Tracia, al norte de Grecia, festivales de corte dionisíaco en los que el personaje protagonista se somete a ordalías como caminar sobre brasas ardientes mientras lleva una ristra de ajos en la mano. En Serbia la víspera del martes de carnaval llevan es costumbre llevar un ajo al cuello o dormir con uno bajo la almohada, ya que las brujas están especialmente activas esa noche.

Y no sólo la raíz, también las flores del ajo son consideradas un repelente del mal. Los campesinos húngaros hacen coronas con los tallos floridos del ajo para ahuyentar el mal. Es buen momento éste para recordar que el profesor Van Helsing utiliza flores de ajo en las habitaciones para repeler al Conde Drácula en la novela de Stoker.

recogida del ajo

Recogida del ajo. Tacuina sanitatis, obra del siglo XIV.

Entre otras creencias asociadas al ajo se encuentra asimismo aquella según la cual es bueno llevarlos encima cuando uno embarca porque evita los ahogamientos. Esta costumbre se registra entre los griegos, que los llevaban en sus viajes por mar porque creían que alejaba a las nereidas, las ninfas del océano (de nuevo el ajo como repelente de espíritus y entidades sobrenaturales).

Es repelente el ajo hasta del amor no deseado, pues existe otra receta mágica si colocamos un diente de ajo cruzado por dos alfileres en un cruce de caminos por el que pasa algún amante molesto este perderá interés por nosotros y dejará de molestarnos con sus requerimientos amorosos. Y es que en otro tiempo se creía que el amor excesivo era una enfermedad que envenenaba y atormentaba el espíritu, el "mal de amores".

No faltan recetas y brujería de ajos contra una larga lista de enfermedades. Valga como ejemplo aquella que para librarnos de la hepatitis, nos aconseja llevar durante 13 días un collar con 13 dientes de ajo ensartados. En la medianoche del último día se abandona el collar en un cruce de calles y se echa a correr sin mirar atrás. Esta asociación entre los cruces de caminos y el ajo deriva seguramente de su asociación con la diosa lunar de la hechicería, Hécate, en cuyas fiestas se comía ajo y se empleaba como ofrenda.

Nueve ajos ensartados en hilo de algodón y llevados durante nueve sábados son un remedio turco contra los hechizos. En Hungría se aconseja pasar ajo por las zonas de la piel afectadas por algún mal y lavar o arrojar el diente de ajo en agua corriente para dispersar el mal. Se dice también que frotando un árbol con un paño en el que se han restregado ajos, o entre cuyas ramas se cuelgan ristras de ellos, se aleja a los pájaros. Quizá ésto último derive de la fama del ajo como ahuyentador de espíritus, ya que éstos a menudo se representan como aves. En Sicilia hacen uso de esta costumbre con los árboles frutales para evitar que los pájaros devoren los frutos.

Ya mencionamos antes que el ajo se emplea contra la envidia y el mal de ojo. Cabezas de ajo atadas con cinta roja se usan con este fin en lugares tan dispares como Sicilia, Italia, Grecia o la India. En Grecia se le considera un talismán tan potente contra los hechizos que sólo pronunciar su nombre es remedio contra los maleficios. También en España se utiliza con frecuencia contra el aojamiento.

Extraígo el siguiente pasaje de un libro que escribí hace algunoa años, El Extraño Poder de los Aojadores: «Numerosos amulentos consisten en «nóminas» o bolsitas, como los saquitos de atavíos del norte de España, que contienen un fragmento de piedra de ara, un diente de ajo y una piedra de la Puerta Santa de la catedral de Santiago. La bolsita se cose en los forros de las chaquetas o de los vestidos. Esta fórmula tiene muchas variantes en toda la Península Ibérica, pero el ajo suele ser el ingrediente más habitual... El ajo, además del cuerno de cabra y la sal, es también el protagonista en una fórmula para proteger la casa. Se atan en grupos de tres y se dejan tras la puerta." Los saquitos talismánicos conteniendo ajo son corrientes en muchos países. En Cuba, por ejemplo, introducen en una bolsita de tela blanca una cabeza de ajo, cilantro, perejil y hierbabuena y la llevan a siete iglesias en cada una de las cuales tomar agua bendita para rociar el saquito.

AJOS Y VAMPIROS

Así pues como vemos, el fuerte aroma y sabor del ajo, asociado a sus propiedades bactericidas y vermífugas le han convertido en un auténtico talismán vegetal al que se atribuye la capacidad de aumentar el vigor y la resistencia, y de proteger contra las enfermedades, y por ende de ahuyentar a los demonios que las causan y a los animales en los que, en la mitología popular, encarnan estos demonios.

El vampiro es precisamente en muchas tradiciones un demonio que utiliza los restos psíquicos que quedan en algún cadáver para animarlo o convertirlo en su residencia, y una de las coass que se le atribuyen es precisamente el de traer epidemias y enfermedades infecciosas. El ajo como arma característica contra el vampiro se ha convertido en un tópico gracias al cine o a la literatura popularizándose de tal manera que ya prácticamente se ignora el hecho de que en realidad se emplea como defensa contra los demonios, las pestilencias y el mal asociado a éstas en general.

ajo

Lá de Medical botany, de William Woodville London, James Phillips, 1793, Vol. 3.

Muchas enfermedades infecciosas son transmitidas además por insectos, como los mosquitos, y de nuevo recordemos que uno de sus usos es precisamente el de repelente de insectos. Asimismo se le atribuyen cualidades terpéuticas contra las toses rebeldes y las dolencias respiratorias, cuyas manifestaciones, como el ahogo, con frecuencia eran atribuidas al efecto del vampiro que robaba el aliento de su víctima ahogándola en su lecho.

Quizá la observación empírica de que aquellos que consumían ajo parecían más propensos a resistir las enfermedades (debido a su acción antibacteriana y como repelente de insectos transmisores de enferemedades infecciosas, vermífugo, etc.), reforzó la creencia de que era este vegetal, presente en la dieta y las casas de los que se veían menos afectados por plagas y enfermedades, el que repelía al vampiro portador de epidemias y muerte.

El uso del ajo contra entidades vampíricas se registra ya precisamente en el Antiguo Egipto donde se temía a un espíritu que robaba el aliento de los niños durante el sueño. El remedio que se empleaba contra esta entidad maligna no era otro que el consabido ajo.

Todavía hoy muchos rumanos procuran comer todos los días algo de ajo (usturoi en rumano), o lo restriegan en puertas, ventanas y cornamentas del ganado para evitar las acechanzas de los strigoi, los hechiceros que en la tradición rumana al morir vuelven como vampiros. Cuando se sospechaba que alguien, una vez muerto, podía convertirse en vampiro, se introducían ajos en el cadáver, especialmente en la boca; o se le untaban los talones con un ungüento hecho a base de ajo, pólvora, incienso, grasa, y aceite. De este modo los espíritus no se acercarán al cadáver para reanimarlo; y es que, según se afirma, ningún strigoi, muerto o vivo, comerá ajo o tocará el incienso.

Ristras de ajos se colocaban en las iglesias para asegurarse de que todos los que entraban en ellas estaban vivos y eran humanos; y en algunos procesos contra cadáveres acusados de vampirismo primero se introduce un ajo en la boca del difunto acusado antes de proceder a su decapitación.

El ajo permite además adquirir el poder de ver a brujas y vampiros cuando éstos permanecen invisibles para los demás. Para ello debe realizarse un ritual en la víspera de San Jorge, que consiste en cortar la cabeza de una serpiente blanca con una moneda, introducir incienso y ajo en la boca y enterrarlo bajo la entrada de la casa. Extraigo un fragmento de mi obra, Vampiros, que ilustra el miedo que, según la tradición rumana, tienen los strigoi hacia el ajo:

«A veces las almas de las brujas se reunen en grupos de 7 o 9 y se las ve danzando en forma de puntos luminosos que comienzan en línea para ir evolucionando haciendo diferentes formas que derivan en círculos, que luego se rompen. Mientras danzan de esta manera cantan: «Nup, Cuisnup, In cas a cu ustoroi nu ma duc» («Nup, Cuisnup, a casa donde haya ajo no voy»). Cuando el círculo se rompe es el momento de salir corriendo y no quedarse pasmado mirando el espectáculo, pues en ese mismo instante en el que la danza se detiene se dedicarán a alguna tropelía con el que ande cerca.»

Pero el ajo como repelente antivampiros está presente en culturas muy lejanas. Montague Summers ofrece en su obra diferentes ejemplos. En Vampiros aludíamos al manananggal filipino, y al penanggalan malayo. Estos vampiros terroríficos aparentan ser personas normales durante el día; pero por la noche la parte superior del tronco de sus cuerpos se desprende y vuela hasta la casa de su víctima para sorber su sangre causando su muerte. Estas sanguinarias criaturas también temen al ajo. En Malasia la cabeza de los niños, o sus pies y manos, son restregadas en ajo para protegerlos; y una forma de acabar con ellos es averiguar donde dejan la parte inferior de su cuerpo mientras están de cacería. Una vez localizado hay que echar sal en el orificio o restregar ajo sobe él. Cuando la cabeza vuelva no podrá unirse al resto del cuerpo y perecerá al amanecer.

Ajo y cebolla se emplean también contra los tlahuelpuchi, que en el estado mexicano de Tlaxcala, según la creencia popular, se transforman una vez en animales para poder volar hasta las casas y saciarse con la sangre de sus moradores. Y sin embargo, no faltan tradiciones en las que precisamente el olor a ajo anuncia la presencia de los espíritus. Así ocurre entre los buriatos de Siberia, que creen que las almas de las mujeres que han muerto durante el parto, susceptibles de convertirse en vampiros en muchas culturas, desprenden olor a ajo cuando regresan para atormentar a los vivos.

Herbario de Matthioli

Herbario de Matthioli. 1562.

Como anécdota relataremos un caso reciente en el que el ajo fue el causante de la muerte de quien, creyéndose perseguido por vampiros, pretendía protegerse con él. En 1973, en la ciudad inglesa de Stoke-on-Trent un hombre de origen polaco llegado a Inglaterra 25 años antes, Demetrius Myiciura, fue encontrado muerto en su cama, en el número 3 del barrio conocido como The Villas. Un día no acudió a su trabajo y nadie lo vio en los días siguientes. Un joven policía, John Pye, se encargó de la investigación pertinente y se adentró en la casa. Tuvo que hacer uso de su linterna, pues ni había ni una sola bombilla en el inmueble.

Encontró al hombre tendido sobre su cama. Tenía toda la apariencia de dormir plácidamente salvo por un rictus de horror su boca abierta. El suelo estaba cubierto de periódicos esparcidos por la habitación. La autopsia reveló que se había asfixiado con un trozo de ajo que se encontró en su garganta. Llevado por el miedo a los vampiros tenia la costumbre de poner un ajo en su boca antes de irse a dormir para protegerse de los vampiros.

Se halló asimismo sal sobre la cama, un bolsa entre las piernas y otra bajo la nuca, y un cuenco con una mezcla de excrementos y ajo en la ventana. Otros boles esparcidos por la habitación contenían una mezcla de orines y ajo. El detalle de los periódicos no carece de interés aunque nadie parece haber reparado en ello, pero precisamente otra de las características que en algunos lugares achacan a los vampiros es su irresistible afición a contar, rasgo que comparte con brujas y otros seres sobrenaturales. Es corriente por ello echar semillas de adormidera en el ataúd en la creencia de que el vampiro no se podrá resisitir a la necesidad de contarlas. Precisamente una versión más reciente de esta costumbre consiste en depositar periódicos en el ataúd. No es descabellado que Myciura esparciera los periódicos en la habitación con objeto de entretener al vampiro antes de que llegara a su lecho.

Con ajo y agua bendita habría tratado también el famoso cazavampiros inglés Sean Manchester a Elizabeth Wojdila, la chica que supuestamente habría sido víctima del polémico vampiro de Highgate en 1969. El ajo, en esencia líquida o sueros, la mayoría de las veces, también está presente en los kits matavampiros, maletines del siglo XIX con todo tipo de objetos para acabar con ellos, y que podemos ver en algunos museos, alguno de los cuales incluso ha sido ofrecido a subasta, y comprado por un elevado precio, en eBay.

AJOS, RABIA Y PORFIRIA

Algunos médicos que han intentado dar una explicación al mito basándose en alguna enfermedad conocida también han intentado explicar la tradicional aversión de los vampiros por el ajo. El doctor Gómez-Alonso publicó una tesis en la que exponía sus trabajos e investigaciones en apoyo a su teoría de que la rabia es la enfermedad que podría haber dado lugar al mito. Como hemos visto el ajo ha sido utilizado en tratamientos contra la rabia y Aristóteles lo aconsejaba contra la hidrofobia, uno de los síntomas que padecen los enfermos de esta terrible enfermedad. Pero además, señala Gómez Alonso, los olores fuertes, como el del ajo y el del incienso, pueden provocar crisis violentas en los enfermos, lo cual podría haber dado lugar al mito de que el ajo, como el incienso, repelen al vampiro.

Otra explicación médica es aquella que se basa en una rara enfermedad, la porfiria. En 1963 el doctor Lee Illis presentó una tesis según la cual la porfiria podría estar detrás de las leyendas y mitos asociados a la licantropía. En 1985 fue el profesor David Dolphin quien en una conferencia en Los Ángeles apuntó que también podría ser la base de las leyendas sobre vampiros. Esta enfermedad hereditaria consiste en un mal funcionamiento de los procesos mediante los cuales ciertas substancias llamadas porfirinas se transforman en hemo, un componente fundamental de la hemoglobina sanguínea y que le da su coloración a la sangre. Ello produce un exceso de porfirinas en el enfermo que se acumulan en su epidermis, y un déficit de hemo que provoca entre otras cosas una gran fotosensibilidad, una sensibilidad extraordinaria a la luz. La luz, incluso la suave y natural provoca que en la piel expuesta aparezcan todo tipo de lesiones cutáneas y quemaduras.

Cito de nuevo parte de lo que escribí sobre la porfiria en Vampiros:

«Las lesiones pueden ser tales que el enfermo, con el tiempo, puede ir perdiendo los dedos, así como los cartílagos nasales, dejando ver los dos agujeros frontales de la nariz. Del mismo modo los labios acaban desapareciendo, descubriendo los dientes, que aparecen inusitadamente grandes debido además a la retracción de las encías. Para colmo, dientes y ojos toman una coloración rojiza y los colmillos aparentan acentuarse y estar extraordinariamente afilados. El cartílago de las orejas también se ve afectado, pudiendo darle forma puntiaguda a éstas.»

Pues bien, un punto fuerte de esta teoría sería precisamente la presencia en el ajo de una substancia volátil que destruye el hemo, el dialkilsulfito. Un enfermo de porfiria, con sólo oler el ajo, se vería expuesto a una dolorosa crisis.

Con todo, hay que decir que ambas teorías tienen importantes lagunas y no explican todos los factores asociados al vampirismo. En el caso de la tesis de la porfiria uno de sus puntos más flojos es la extremada rareza con la que se da. En la actualidad sólo algunos centenares de personas en el mundo la padecen. En cuanto a la teoría de la rabia el excelente trabajo del doctor Gómez-Alonso se adapta bien a las epidemias de peste europeas, pero el mito es más antiguo y universal. Desde nuestro punto de vista la rabia podría haber actuado como un factor que reforzara la creencia, pero no como origen último del mito. En cualquier caso está claro que la creencia en la aversión que los vampiros sienten por el ajo es quizá tan antigua como la propia creencia en ellos.

© 2010. Del texto y traducciones, Javier Arries

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«A veces, se alzan puertas. Atravesarlas o pasar de largo; esa es la elección del viajero, la causa de su grandeza y de su eterno peregrinar. Viajero llama a la puerta si quieres pasar...»