El ataúd maldito o el vampiro de Borox
(1915)
UN CASO POLÉMICO
En la madrugada del pasado lunes 29 de junio se emitía desde la cadena Cuatro un especial con una selección de episodios de Los Diarios del Miedo, una sección del programa Cuarto Milenio dirigido y presentado por Iker Jiménez. Cada episodio es una recreación cinematográfica a partir de un guión que se inspira en algún caso de los que componen la temática del programa. Una de las historias presentadas era precisamente una narración basada en el caso del ataúd maldito, bien conocido por los que conocen los avatares de la investigación upirológica en España. En esta ocasión, y en otras después de ésta, participé hablando de vampiros en general, y del caso del ataúd maldito en particular, tema del presente artículo.
LA HISTORIA DEL ATAÚD MALDITO
En 1986 el periodista Miguel Aracil publicaba Magia póstuma de los no-muertos, obra que dedicaba varias páginas a algunos casos de vampirismo en la Península Ibérica. Uno de ellos llamó especialmente la atención de muchos aficionados; aquel que acabaría siendo conocido como el caso del ataúd maldito, o del vampiro de Borox. Afirmaba Aracil que había tenido conocimiento del mismo gracias a un informe que le habría proporcionado un abogado aficionado a la heráldica que se había puesto en contacto con él. Al parecer el documento describía ciertos sucesos extraordinarios que habrían tenido lugar en España a principios del siglo XX, y que vamos a describir brevemente a continuación.
El relato se sitúa, como decíamos, a principios del siglo pasado. Decían los papeles que un barco había llegado al puerto de Cartagena en Murcia con una extraña carga, un ataúd que fue desembarcado en la ciudad murciana, donde permaneció hasta que habría sido reclamado por alguien desde A Coruña. Se procedió entonces a trasladar por tierra la tétrica carga hasta su destino en la ciudad gallega. Lo intrigante es que, según afirmaba el documento, en las localidades en las que el vehículo se detuvo durante su trayecto, se hablaba poco después de extrañas muertes y casos de vampirismo. Dichas localidades eran Alhama de Murcia, Almería, Toledo, Santillana del Mar, Comillas y la ciudad de destino, Coruña. Se afirmaba además que en el pueblo toledano de Borox, situado apenas a cincuenta kilómetros de Madrid, y por el que habría pasado el misterioso ataúd, se oía hablar del vampiro de Borox.
El ataúd habría llegado a su destino, pero como no fuera reclamado por nadie fue devuelto poco tiempo después a Cartagena. A su regreso, lo habría recogido un noble servio que se alojaba en una posada de la Calle Mayor de Alhama de Murcia, razón por la cual se infiere en el documento que dicho noble no tenía mucho dinero. Se apuntaba en el informe que este extraño personaje que nunca ha sido visto durante el día; y se afirmaba además que un anciano de Alhama habría señalado el gran parecido del aristócrata con un noble polaco que conoció en Murcia en 1915. Sea como fuere, poco después nadie supo más del noble servio y el ataúd habría sido enterrado en el cementerio de Cartagena en una tumba en la que se habrían inscrito el nombre y algunos datos sobre la vida del difunto.
TRAS LA PISTA DEL NO MUERTO
El caso narrado en ka obra de Aracil despertó el interés de otros conocidos investigadores: Martí Flò, Valentí Ferrán y Jordi Ardanuy, autores de Vampiros: magia póstuma dentro y fuera de España (1994). Ardanuy describió la historia del misterioso ataúd en un capítulo de su obra enteramente dedicado al vampirismo en España, recordando, entre otras cosas, que el vampiro había cobrado de nuevo cierta actualidad con la aparición en 1992 de un artículo en la revista Ritos, que en su momento dirigió Miguel Aracil. El título de aquel artículo, firmado por Miguel Montero de Espinosa, era El peligro del vampirismo; las sesiones espirituales.
En dicho artículo se afirmaba que en Cantabria, durante la primera guerra mundial, un grupo de ocultistas se había enfrentado a un cadáver que había acabado allí procedente de los Balcanes. Según el artículo la habitación donde se realizó la sesión se llenó de un olor nauseabundo como de "carne podrida", la temperatura descendió hasta unos 15 grados en pleno verano y Luisa, una medium de avanzada edad, estuvo a punto de desmayarse al sentir que sus fuerzas vitales eran absorbidas desde diferentes puntos de su cuerpo.
Ardanuy, según relata él mismo en su obra, se puso en contacto con un miembro de la ACEF, Asociación Catalana de Estudios Forteanos, organización presidida por Miguel Aracil. Según su informante la documentación sobre el supuesto vampiro y las muertes acaecidas durante el viaje del atáud se encontraría en los archivos de Santillana del Mar.
Ardanuy decidió investigar por su cuenta y viajar hasta los lugares presuntamente afectados por el paso del escurridizo ataúd para investigar in situ. Empezó en Murcia, donde comprobó los registros en los que se anotan los entierros de los dos cementerios de la ciudad, el de Nuestra Señora de los Remedios, y el de San Antón. Sin embargo, ninguna de las entradas en dichos registros coincidía con lo que se especificaba en el informe mencionado por Aracil. Consultó a varios historiadores locales al respecto pero no pudo obtener información alguna que corroborara la historia.
Puesto que el ataúd habría llegado en barco Ardanuy, todavía en Murcia, trató de encontrar información en los archivos de la Marina. No obstante el jefe administrador de la Aduana Marítima le comunicó que no se guardaban documentos de tanta antiguedad. Sin embargo, el ataúd debería haber pasado por la aduana acompañado de la documentación sanitaria correspondiente; pero tampoco encontró dicha documentación. Por otra parte, continúa Ardanuy, a la llegada del féretro desde A Coruña, y al no aparecer nadie que se hiciera cargo del mismo, el procedimiento oficial habría sido publicar un aviso en el Diario Oficial de la Provincia de parte del Gobernador de la misma. Sin embargo, tampoco pudo encontrar nada. Aún una consulta posterior a la Cámara Oficial de Comercio de Murcia tampoco dio frutos.
BOROX. LA SOMBRA DE UNA PISTA
Gestiones similares en Santillana del Mar, Comillas y A Coruña, incluidas consultas a la Cámara de Comercio, fueron igualmente infructuosas. No obstante algo pudo encontrar Ardanuy en el pueblo toledano de Borox, en la comarca de La Sagra, a unos 50 kilómetros al sur de Madrid., muy cerca de Seseña e Illescas. Allí, tras consultar sin éxito a muchos vecinos de edad avanzada, el Secretario del Ayuntamiento dio con una mujer sexagenaria que sólo recordaba la existencia de "un hombre que chupaba la sangre a sus congéneres". No obstante en el Club Social para Ancianos nadie, incluyendo algunas personas que se habían criado en la vecindad de la mujer, había oído hablar de aquello. Poco antes de abandonar el pueblo Ardanuy supo por el Secretario que habían hallado a otra persona de edad que corroboraba el testimonio de la primera informante.
Estos resultados, y la resolución definitiva del caso, aparecían reflejados con más detalle el año 2006 en un documento que Jordi Ardanuy, Martí Flò, y Valentí Ferrán publicaron bajo el título El caso del vampiro de Borox y la historia del ataúd maldito, que puede consultarse o descargarse en el site de la CEEV (Sociedad Española de Estudios sobre Vampiros),aquí. El informe fue publicado también en el año 2009 en el número 9 de la revista l'Upir bajo el título El fals cas de l'upir de Borox i el seu origin literari (El falso caso del vampiro de Borox y su origen literario). Dicho informe puede descargarse desde el site de la sociedad Cercle V, dedicada al estudio del folclore relacionado con vampiros, aquí. En este documento los tres investigadores detallaban las pesquisas que habían realizado en torno al polémico caso, y que comenzaron con una entrevista que Ardanuy mantuvo en julio de 1993 con Ángel Gordon, autor de El Gran Libro de los Vampiros. Tratado de Upirología. Lo que viene a continuación es un resumen de lo que puede leerse de forma detallada en dicho documento.
Puerto de Cartagena, en el que supuestamente desembarcó el ataúd maldito en España procedente de la antigua Yugoslavia. Autor: Murcianboy. Imagen bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 3.0
La conversción mantenida entre Ardanuy y Gordon, en la que éste último contaría lo que sabía del caso a Ardanuy podría resumirse así: el ataúd habría llegado a Cartagena en 1976 procedente de la antigua Yugoslavia, y en el viaje a su destino en Santillana del Mar, a bordo de un camión, allí donde éste se paraba alguien moría indefectiblemente. Poco después de finalizar aquel encargo el conductor del camión habría sido ingresado en un sanatorio psiquiátrico cerca de Madrid. Los datos que le estaba proporcionando, afirmaba Gordon, los conocía gracias a un acta notarial cuya copia estaba en su poder. Ardanuy consiguió que su interlocutor le cediera una copia de dicho documento, el cual consistía en realidad en una nota mecanografiada por Miguel Aracil con fecha de 7 de octubre de 1983 con el título Resumen de la investigación remitida por el abogado D.A.M. a Miguel Aracil. En el mismo se indicaba 1915, en plena Primera Guerra Mundial, como fecha de la llegada del ataúd a Cartagena.
UN NUEVO GIRO
Santillana del Mar. Autor: fredpanassac. Imagen bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0.
Ardanuy se puso en contacto con Aracil y éste le proporcionó el nombre del abogado. Gracias a este dato más adelante pudo lodalizar al abogado y resolver, al fin, el caso. Pero no adelantemos acontecimientos...
El caso dió un nuevo giro en enero de 1998 con la publicación, en la revista Karma 7 (número 287), de un artículo titulado Viaje del ataúd maldito, firmado por el que entonces era su director, Sebastiá D'Arbò. En dicho artículo se afirmaba que el noble servio que se vió en la provincia de Murcia se llamaba Ugarés. Sin embargo éste nombre nos recuerda inmediatamente a otro supuesto caso de vampirismo, situado en esta ocasión en el siglo XV en las proximidades de la localidad de Amer, a unos a escasos 25 kilómetros de Girona. El portagonista de este caso, llamado, "el ugarés", ha sido relacionado con los húngaros que asolaron tierras de Girona a partir del año 926; pero en realidad parece más bien una deformación del catalán "ogres" para ogro. Y es que efectivamente en la región existe una leyenda local protagonizada por un ogro de la región que se hacía cocinar niños de la comarca para devorarlos (Amer, por Jaime Marqués Casanovas, Instituto de Estudios Gerundenses, 1971).
Volviendo al artículo, se afirmaba tambien que al morir el noble y para librarse de él sus paisanos lo habían enviado a España, concretamente a un familiar de éste en A Coruña, seguros de que era un no muerto que regresaría de su tumba. Asimismo se afirmaba que en el trayecto hacia esta ciudad la gente rumoreaba acerca de un extraño licántropo que provocaba que atacó a algunos vecinos provocándoles importantes pérdidas de sangre que derivaban en una anemia mortal.
Continúa el artículo relatando que al no recogerlo nadie en A Coruña, y tras levantar sospechas por el fuerte olor a tierra húmeda que desprendía, el ataúd fue devuelto a Cartagena donde el noble servio que se hizo cargo de él manifestó su deseo de enterrarlo en el cementerio local ya que no disponía dinero para devolverlo a su patria. Se habría enterrado allí entonces el cuerpo de un desconocido que no era el del ocupante original del ataúd. Se añadía además que el grupo que había realizado el exorcismo contra el vampiro a principios de la década de los cuarenta en la localidad cántabra de Santillana del Mar había realizado el ritual con el cadáver presente, que a la sazón se encontraba enterrado en el cementerio de aquella localidad. Ardanuy señala en el documento fechado en 2006 y mencionado más arriba que estos datos contradicen los resultados de sus propias investigaciones, indicando por ejemplo que en los registros de los cementerios de Cartagena no existe ninguna entrada acerca del supuesto entierro del ataúd.
BORIS STRONESCO
El artículo se hacía eco de una nueva versión que atribuía a Miguel Aracil. Según esta nueva versión el ataúd desembarcó en Cartagena junto a un noble servio de nombre Boris Stronesco, y cuando llegó hasta A Coruña fue embarcado en el mercante Príncipe de Viana con rumbo a Inglaterra, donde se habría perdido su pista. Esta versión es rebatida en el artículo firmado por Jordi Ardanuy, Martí Flò, y Valentí Ferrán, donde además se asegura que en una comunicación personal con Miguel Aracil éste afirmaba que no tenía conocimiento de ningún noble servio llamado Boris Stronesco.
Localidad de Comillas, en Cantabria. Autor: Jaume Meneses. Imagen bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0
Por otra parte en el mismo número de Karma 7, se publicaba otro artículo firmado por Luis Chapinal, autor de Vampirismo: Entre la realidad y la leyenda, investigador al que conocí hace años con ocasión de una entrevista sobre vampirología en un programa radiofónico en el que yo trabajaba por aquel entonces. En aquel artículo Chapinal exponía el resultado de sus propias investigaciones en Santillana del Mar. En aquella localidad cántabra se habría entrevistado con López Ormazabal, sacerdote de la localidad. Omazabal no sabía de ninguna muerte por desangramiento. Chapinal pudo ver los libros en los que se registraban las defunciones y comprobar que efectivamente no había muertes sospechosas. Por otra parte el cura le comentó que el sacristán, "buen amigo suyo y gran conocedor de la historia de Santillana del Mar", y que había fallecido recientemente a una edad muy avanzada, nunca le había comentado nada al respecto.
Chapinal prosiguió sus investigaciones en Comillas, donde consultó a algunos vecinos con conocimientos sobre la historia de la villa y que le informaron de que en 1915 ó 1917 causó gran mortandad una peste o gripe a la que se llamó gripe del Cantábrico, según uno de sus informantes, Manolo Montalbo. Quizá se trate del recuerdo de la epidemia de fiebre amarilla que tuvo lugar en el año 1903, como apunta una nota a pie de página del documento de Ardanuy, Flò y Ferrán que comentábamos más arriba.
MISTERIO RESUELTO
En el año 2004, según consta en el documento de estos tres investigadores, Miguel Aracil comunicaba que quizá hubiera una nueva pista en torno al caso, ya que una mujer de Cartagena podría haber encontrado la tumba donde supuestamente habría sido enterrado el ataúd. Sin embargo la solución finalal caso llegaría a través de un abogado madrileño que conocía a aquel otro abogado que fue el autor del informe original. De este modo D. A. M, siglas con las que dicho abogado aparecía en el documento que remitió a Aracil, pudo dar su propio testimonio. Al parecer, en 1983, había leído un artículo firmado por Miguel Aracil en Karma 7 en el que el periodista narraba su viaje a través de Rumanía siguiendo las huellas del Vlad Tepes histórico. El abogado le escribió, iniciando una relación de amistad que iría madurando en sucesivos contactos, amistad sustentada además por la afición común de ambos hacia los temas relacionados con el vampirismo.
En una de sus cartas dicho abogado puso por escrito lo que recordaba de un relato de Alfonso Sastre, historia que le había impactado profundamente tiempo atrás tras leerla en un volumen del escritor y dramaturgo que ya no obraba en su poder. No recordaba haber aclarado este detalle en su informe, dando así lugar involuntariamente a un malentendido al redactar aquel documento dando por hecho que detrás de aquella historia podía encontrarse un hecho real que había servido de base para el relato del dramaturgo. El volumen en el que halló la narración que tanto le impactara se titulaba Antología de la Literatura Fantástica Española, una recopilación de relatos de terror realizada por José Luis Guarner y publicada por Bruguera en 1969.
La historia en cuestión era el relato titulado Historia popular de los vampiros Zarco y Amalia, extraída de la obra de Alfonso Sastre Las noches lúgubres, publicada en una versión censurada en 1964 por la editorial Horizonte, y reeditada sin censura esta vez en 1998 por Argitaletxe HIRU. En esta obra de ficción, Alfonso Sastre recrea a una vampira residente en Madrid, Amalia Franco Calderas, muerta cuando tenía diez años en Alhama de Murcia, de una anemia perniciosa el 1 de mayo de 1915, cuando permanecía en el hostal que su familia tenía en aquella localidad. Casualmente en aquel hostal se había alojado hacía poco un noble yugoslavo o polaco, al que muchos relacionaban con la llegada al puerto de Cartagena de un ataúd procedente de Yugoslavia años atrás.
Leo, de un ejemplar en mi poder de Las Noches Lúgubres de Alfonso Sastre, publicado por Horizonte en 1964: "Que en cambio se sabe que en el mil ochocientos noventa y ocho, el año de Cuba, fue desembarcado, en el puerto de Cartagena, un ataúd yugoslavo cuyo contenido se ignora, y que muy bien pudo ser -según dice Francisco Pérez Navarro, especialista en ciencias del demonio- la semilla del vampirismo español posterior que parece extenderse hasta Almería por el Sur y cruzar la península hasta La Coruña, como un ramalazo, señalándose casos importantes en la provincia de Toledo -por ejemplo el vampiro de Borox-, mientras que por el Norte se extiende una rama lateral hasta Santillana y Comillas". Continúa hablando de Amalia: "Que la familia de Amalia tenía una pensión de viajeros y estables en Alhama de Murcia y que en ella se sabe que vivió algún tiempo un conde o aristócrata yugoslavo o polaco que muy bien pudo ser el gachó del ataúd de Cartagena".
Las coincidencias entre la trama y los personajes del relato y los detalles del caso del atáud maldito no dejan lugar a dudas. Es evidente que todos los elementos del caso narrado en el informe original están tomados de este cuento de Alfonso Sastre.
Para confirmar definitivamente que Alfonso Sastre no se había basado en alguna tradición local, noticia o mito ya existente Ardanuy se comunicó con el escritor y le preguntó sobre este punto. La contestación manuscrita por el propio Alfonso Sastre en una nota reproducida en el documento de Ardanuy, Flò y Ferrán con firma del 24 de noviembre de 2005, no puede ser más tajante: "Todo es imaginario". Quedaba claro de este modo que no había existido nunca el tal ataúd ni el vampiro de Borox, donde el relato de Sastre parece haber quedado en el recuerdo de algún vecino debido seguramente a la mención de su pueblo en la obra de Sastre. Todo lo que vino después se reducía a una serie de desafortunados malentendidos. Bien puede decirse entonces que este es un caso felizmente resuelto gracias al tesón de los investigadores y un ejemplo de como una serie de circunstancias imprevistas pueden dar lugar a la creación involuntaria y difusión de una leyenda o mito modernos, algo sin duda interesante desde el punto de vista sociológico y antropológico.
© 2009. Del texto y traducciones,Javier Arries